El peligro de la comodidad emocional

Por: Pilar Jericó

La primera vez que tomé un vuelo de una compañía estadounidense para ir a San Francisco me encontré con un catálogo de productos que se podían encargar en el mismo avión y que luego te enviaban a domicilio. En sus más de cuarenta páginas podías comprar cosas tan “útiles” como robots que lavaban a un gato doméstico, tapas de retrete que se iluminaban por la noche o estatuas con forma de yetis de más de dos metros de alto, entre otros. Por aquel entonces, yo tenía veintitantos y confieso que me sorprendió tanto, que durante años conservé aquella revista como una pieza de museo. El catálogo tenía algunas cosas originales e incluso, prácticas; pero muchas otras me parecieron accesorios que luego acabarían decorando el desván de esas casas gigantes de muchos americanos. Por aquel entonces, me di cuenta que me faltaba mucho por conocer de la cultura de Estados Unidos y lo más importante: hasta dónde somos capaces de llegar para encontrar la comodidad en nuestras vidas. Nos llenamos de cacharros para sentirnos bien y el problema, más allá de nuestros pobres armarios, está en que la búsqueda constante de la comodidad la aplicamos a todos nuestros ámbitos, incluyendo el mundo emocional. Y aquí está el problema.

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El hombre que tiene la receta para ser feliz

El psicólogo estadounidense Dan Gilbert conoce la receta de la felicidad. Y es infalible. Este investigador de la Universidad de Harvard recuerda el caso deMoreese Bickham, un ciudadano negro de Luisiana (EE UU) que en 1958 vio cómo dos policías vinculados al Ku Klux Klan llegaban al porche de su casa y le metían un tiro en el estómago. Pese a la herida, Bickham, a sus 42 años, logró coger un arma y defenderse. Mató a los dos agentes. Actuó en defensa propia, pero fue condenado a muerte por las racistas instituciones del sur de EE UU de hace medio siglo. Pasó más de 37 años en prisión, 14 de ellos en el corredor de la muerte. Encerrado 23 horas al día en completo aislamiento. Hasta que, por las presiones de la sociedad civil, fue liberado en 1996. Al salir, sobre su tiempo en la cárcel dijo: “No lamento ni un minuto. Fue una experiencia gloriosa”.

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