Castro, el dictador conveniente

Por Joel Ibarra

Sus logros son innegables. Innegables. Debo acotar algunas cosas, no más porque, como es bien sabido, yo soy yo:

Un tal Fidel Castro dijo que hacía la revolución para traer la democracia a su isla. Ese mismo Fidel Castro dijo después que el pueblo cubano no estaba maduro para recibir el don de la democracia – con un pelo de adorno de este su servidor. El mismo sujeto no ha dejado inscrito cuándo o cómo estará listo el pueblo cubano para recibir el tan precioso don POR EL CUAL SE LEVANTÓ EN ARMAS EN PRIMERA INSTANCIA. Perdón que use mayúsculas, aquí no hay remarcado ni comillas españolas. Sigamos.

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Guillermo Prieto

Por @alexvillac

El político, el escritor, el poeta, el cronista…

Estableció la Academia de Letrán. Fomentó la crítica teatral y, con Ignacio Ramírez, fundó el periódico satírico “Don Simplicio”. Escribió para muchos periódicos a lo largo de su vida, incluido El Universal.

Fue conservador, y luego liberal, diputado de ese Congreso que elaboró la constitución de 1857. Diputado Federal muchas veces, muchos años. Secretario de Gómez Farías y de Bustamante, Ministro de Hacienda de Álvarez, Juárez e Iglesias. De este último también fue Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro de Gobernación, Ministro de Justicia e Instrucción Pública y Ministro de Fomento.

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Crítico severo del gobierno de Santa Anna, fue perseguido, después exiliado. A veces Guillermo, a veces Fidel, a veces cronista y a veces poeta de las hazañas de este país. Sus “Memorias de mis tiempos” describen al México social, político y literario del siglo XIX. Una obligación placentera leer esta obra.

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Madero, traición y muerte.

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“Moriría, si fuera necesario, en cumplimiento del deber. Tenemos que triunfar, porque representamos el Bien”.

Francisco I. Madero a José Vasconcelos

Tras más de treinta años en el poder, Porfirio Díaz vio cómo una ola de violencia, que se transformó en una revolución, se alzaba detrás del caudillo civil que se había levantado en armas en su contra. Francisco Ignacio Madero, terrateniente de Coahuila, demócrata convencido, médico homeópata y espiritista, guiaba a los ejércitos que, en unos meses, consiguieron la caída del viejo dictador, quien presentó su renuncia para no convertir al país en un matadero. Madero se alzó en armas el 20 de noviembre; dos días antes, en Puebla, Aquiles Serdán y su familia caían masacrados en su casa a manos de la policía porfirista por apoyar el Plan de San Luis, lanzado por Madero.

Porfirio Díaz

Porfirio

En mayo de 1911, a seis meses de la lucha, Díaz renunció. Don Porfirio partió rumbo a Veracruz con su familia, en el tren presidencial que escoltaba su amigo, el general Victoriano Huerta. Allí, despedido por el lloroso pueblo jarocho, abordó el barco alemán “Ypiranga”, que lo llevó al exilio del cual jamás regresó. Victoriano Huerta le juró a Don Porfirio que vengaría esa afrenta en su contra.

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Carta escrita por Agustín de Iturbide a su hijo Agustín Jerónimo

“Carta dirigida por don Agustín de Iturbide a su hijo Agustín Jerónimo antes de salir de Londres rumbo a México, esta carta es reveladora no tan sólo porque nos deja ver la integridad personal del Libertador, sino porque también desde un punto de vista histórico, calla a aquellos historiadores que han difamado a don Agustín diciendo que su regreso obedecía a la ambición de recuperar su trono perdido.”

“Vamos a separarnos, hijo mío, Agustín, pero no es fácil calcular el tiempo de nuestra ausencia: tal vez no volveremos a vernos. Esta consideración traspasa el corazón mío y casi parece mayor mi pesar a la fuerza que debo oponerle; ciertamente me faltaría el poder para obrar, o el dolor me consumiría, si no acudiese a los auxilios divinos, únicos capaces de animarme en circunstancias tan exquisitas y tan críticas. A tiempo mismo que mi espíritu es más débil, conozco que la Providencia Divina se complace en probarme con fuerza; si, hijo mío, quisiera entregarme a meditaciones y a cierto reposo cuando los deberes me impelen y el amor me obliga a hablar, porque nunca necesitarás más de mis consejos y advertencias que cuando no podrás oírme, y es preciso que te proporcione en pocos renglones que leas frecuentemente los recuerdos más saludables y más precisos, para que por ti mismo corrijas tus defectos y te dirijas sin extravíos al bien. Mis consejos aquí serán, más que otra cosa, una indicación que recuerde, lo que tantas veces y con la mayor eficiencia, te he dado.

Te hayas en la edad peligrosa porque es la de las pasiones más vivas, la de la irreflexión y de la mayor presunción. En ella se cree que todo se puede. Ármate con la constante lectura de buenos libros y con la mayor desconfianza de tus propias fuerzas y de tu juicio.

No pierdas de vista cuál es el fin del hombre; estando firme en él, recordándolo frecuentemente, tu marcha será recta: nada importa la crítica de los impíos y libertinos: compadécete de ellos y desprecia sus máximas, por lisonjeras y brillantes que se presenten. Ocupa todo el tiempo en obras de moral cristiana y en tus estudios. Así vivirás más contento y más sano, y te encontrarás en pocos años capaz de servir a la sociedad a que pertenezcas, a tu familia y a ti mismo. La virtud y el saber son bienes de valor inestimable y nadie puede quitar al hombre. Los demás valen poco y se pierden con mayor facilidad que se adquieren.

Es probable que cada día seas más observado, por consiguiente tus virtudes o tus vicios, tus buenas cualidades o tus defectos, serán conocidos de muchos, y esta es una razón auxiliar para conducirte en todo lo mejor posible.

Es preciso que vivas muy sobre tu genio: eres demasiado seco y adusto, estudia para hacerte afable, dulce, oficioso; procura servir a cuantos puedas, respeta a tus maestros y gentes de la casa en que vas a vivir, y con los de tu edad se también comedido sin familiarizarte.

Procura tener por amigos a hombres virtuosos e instruidos, porque en su compañía siempre ganarás. Ten una deferencia ciega, y observa muy eficaz y puntualmente las reglas y plan de instrucción que se te prescriba. Sin dificultad, te persuadirás que varones sabios y ejercitados en el modo de dirigir y enseñar a los jóvenes, sabrán mejor que tú lo que te conviene.

No creas que sólo puede aprenderse aquello a que somos inclinados naturalmente: la inclinación contribuye, es verdad, para la mayor felicidad; pero también lo es que la razón persuade, y la voluntad obedece. Cuando el hombre conoce la ventaja que ha de producir la obra, y se decide practicarla, con el estudio y el trabajo vence la repugnancia y destruye los obstáculos.

¿Qué te diré de tu madre y hermanos?, innumerables ocasiones te he repetido la obligación que tienes de atenderlos, y sostenerlos en defecto mío.

Dios nada hace por acaso; y si quiso que nacieses en tiempo oportuno para instruirte y ponerte en disposición de serles útil, tú no debes desentenderte de tal obligación y deberes, por el contrario, ganar tiempo con la multiplicación de tareas, a fin de ponerte en aptitud de desempeñar con lucimiento los deberes de un buen hijo y de un buen hermano. Si al cerrar los ojos para siempre, estoy persuadido de que tu madre y tus hermanos encontrarán en ti un buen apoyo, tendré el mayor consuelo del que es susceptible mi espíritu y mi corazón; pero si por desgracia fuere lo contrario mi muerte sería en extremo amarga, y me borraría tal consideración mucha parte de la tranquilidad de espíritu que en aquellos momentos es tan importante, y tú debes desear y procurar a tu padre en cuanto a ti dependa.

En otra carta te diré las personas a quienes con tus hermanos te dejo especialmente recomendado, la manera con que debes conducirte con ellas, con otras instrucciones para tu gobierno; y concluiré ésta repitiéndote para que jamás lo olvides: que el temor santo de Dios, buena instrucción y maneras corteses son cualidades que harían tu verdadera felicidad y tu fortuna; para lograrlas buenos libros y compañías, mucha aplicación y sumo cuidado.

Adiós, hijo mío muy amado: el Todopoderoso te conceda los bienes que te deseo y a mí el inexplicable contento de verte adornado de todas las luces y requisitos necesarios y convenientes para ser un buen hijo, un buen hermano, un buen patriota, para desempeñar dignamente los cargos que la Divina Providencia te destine.

Burry Street en Londres a 27 de abril de 1824.

Agustín de Iturbide.”