Madero, traición y muerte.

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“Moriría, si fuera necesario, en cumplimiento del deber. Tenemos que triunfar, porque representamos el Bien”.

Francisco I. Madero a José Vasconcelos

Tras más de treinta años en el poder, Porfirio Díaz vio cómo una ola de violencia, que se transformó en una revolución, se alzaba detrás del caudillo civil que se había levantado en armas en su contra. Francisco Ignacio Madero, terrateniente de Coahuila, demócrata convencido, médico homeópata y espiritista, guiaba a los ejércitos que, en unos meses, consiguieron la caída del viejo dictador, quien presentó su renuncia para no convertir al país en un matadero. Madero se alzó en armas el 20 de noviembre; dos días antes, en Puebla, Aquiles Serdán y su familia caían masacrados en su casa a manos de la policía porfirista por apoyar el Plan de San Luis, lanzado por Madero.

Porfirio Díaz

Porfirio

En mayo de 1911, a seis meses de la lucha, Díaz renunció. Don Porfirio partió rumbo a Veracruz con su familia, en el tren presidencial que escoltaba su amigo, el general Victoriano Huerta. Allí, despedido por el lloroso pueblo jarocho, abordó el barco alemán “Ypiranga”, que lo llevó al exilio del cual jamás regresó. Victoriano Huerta le juró a Don Porfirio que vengaría esa afrenta en su contra.

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