Una tarde cualquiera por Polanco.

Por @alexvillac
Rodando por Polanco y a punto de cruzar Av. Horacio, observé que un camión de pasajeros de la ruta que recorre esa zona no estaba dispuesto a detenerse frente a la luz roja que le marcaba el alto así que decidí frenar no sin antes buscar la mirada del conductor de dicha unidad, pensé que venía distraído y que su intención no sería la de pasarse el alto… Cuando me vio, frenó, a mitad de la calle, crucé por delante de su unidad manteniendo contacto visual en todo momento.
Cuando terminé de cruzar, le agradecí verbalmente el haberme dado el paso que, por reglamento, me correspondía. El conductor sacó su mano izquierda por la ventanilla y me mostró lo bien que puede levantar su dedo medio y mantener el resto abajo. Lo agitó efusivamente mientras decía calladamente lo que yo creo que era. ¿Qué, puto?
Lo mire alejarse mientras el hacía lo mismo viéndome por uno de los espejos laterales de su bien cuidada unidad, seguía articulando palabras pero la 
distancia me impidió entenderle…
Reanudé mi rodada mientras pensaba:
Pobre amigo, ¿qué tanto rencor social puede tener alguien para reaccionar así frente a un error, a todas luces, suyo?
¿Qué le habrá pasado en su infancia que generó un sentimiento de desprecio para con los demás?
¿Qué tan frustrado debe estar por no hacer lo que quiere o por no querer lo que hace?
En fin, creo que los patrulleros no se hicieron estas preguntas cuando le marcaron el alto y le dieron la multa correspondiente.
Menos mal que pasaba por ahí una patrulla…
Menos mal que mi teléfono tiene cámara.
El cambio, empieza por nosotros.
Ahí andamos.
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